jeudi, septembre 3
Droja en los ogos
No soportaba más el influjo de sus pestañas a la hora de mirar hacia algo. Para la mayoría de nosotros es insignificante, ya que desde nuestro nacimiento llevamos esos arcos incrustados, al igual que la nariz. ¿Necesitas un pañuelo?, fue lo que le dije en cuanto lo vi acercarse a mi con un tapón en las fosas. Venía de aquel oscuro zulo entrante donde acostumbraban a aspirar un par de veces durante la noche. Mi mirada no se apartaba de ellos, mientras él, la fuente de todo el mal, sonreía maliciosamente. No lo soportaba, ellos a un lado de la carretera, yo al otro. "Moriré joven de una buena sobredosis", qué ironía saliendo de esos labios paranoicos. Yo seguía mordiendo la pajita adictiva fruto del deseo. Oro, es lo único que importa. Las voces, la música, las risas, esa maldita expresión de felicidad en las caras, ¡desapareced ya! Le abrí el puño y había un jardín de pestañas. Pide un deseo, lo que más desees con todas tus fuerzas. Ahora sopla, no aspires más.
Inscription à :
Publier les commentaires (Atom)


Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire