lundi, février 7






Es curioso como dos sentimientos totalmente opuestos conllevan síntomas iguales.

La sujeto A, acaba de conocer a su capicúa, lo sabe, está totalmente convencida. Incluso, aunque suene delirante y antiguo, se ve con él 20 años después en su casa de palillos con niños de nombres inventados. Mañana se verán, ella tiene el estómago agarrotado y una cama de fakir, unas ganas tremendas de contarle lo que le dice en morse el pumpum de su corazón, y una conversación interminable y monotemática en su cabeza sobre él.

La sujeto B, no quiere creer que todas las postales vividas no hayan servido para nada. Que 1999 se haya ido haciendo cada vez más grande desde el primer aviso en aquel verano fatal. Contraria a su personalidad ofuscada y cabezota, se resigna a observar desde la butaca del cine el desenlace, poniendo todos los medios para que le guste la película y su final feliz de cuento Disney, un fin que nunca llegue. Su mente no deja de hablarle de lo mismo y lo mismo, de eso que pasando por el pumpum llega al estómago y lo asfixia, y que ni clavándose en la cama de fakir se arreglará.


Me encantaría volver a ser A

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