lundi, décembre 28

Carta a los Reyes Magos.

Después de saber por todos los medios posibles que no, que no, y que no, y de tratar de autoconvencerme de que no, que no, y que no, viene la fase del ridículo. Cuando ya la conciencia pasó a otro mundo, resulta tan complicado mantener la compostura como encontrar un asiento libre en una cafetería de domingo. Prefiero escribir sobre lavadoras u hombres inexistentes. Y la respuesta del millón vuela a mi alrededor atada a un cordel, como en las malas películas de ovnis y Bela Lugosi. Y le pido a los Reyes Magos, cielos despejados.

Porque las evidencias hay que dejarlas en el blog.

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