mardi, avril 17

Crónica de un futuro apocalipsis anunciado

Me duele el estómago. Doy vueltas y vueltas en la cama intentando evadirlo. Pero no puedo porque este desconsuelo eres tú. Una mala comida, mal digerida, retumbando a todas horas. Intentando acabar conmigo desde las entrañas, discretamente, poco a poco. Dueles como un puñal, como un engaño. Sabes a frustración, desesperación y absurdo. Te mueves a tus anchas. Eres la reina del hogar, falsamente magnánima y omnipresente reina. Eres un cabritillo tierno atado al lobo con piel de cordero. No eres libre. Te lo crees. Lo defiendes con uñas y dientes. Pero ni te acercas al reino de Oz. No tienes cerebro, ni corazón, ni valentía.
Es triste pensar que todos aquellos cabritillos, sutilmente atrapados, son más felices que tú. Que tú, que defiendes la libertad coherente. Que rompiste los estribos para salirte del rebaño y observar desde fuera lo tristemente patético que resulta todo este embrollo. Que te riges por el destino y el inconformismo. Maldita hora en la que decidí creer en el karma
Sólo hay una conclusión, fuera de todo principio ético –porque la ética, la moral y por muy ñoño que suene, el corazón, ya no existen en mis alrededores-, y es que la clave del éxito es una buena garganta. En todos los sentidos. Y yo ya me he empachado de escuchar la tuya regurgitar todo tipo de vocablos sin sentido tratando de excusar tus malos actos. Y la tuya. Y la tuya. Y la tuya. Y la tuya, por mucho que me duela. 

Al infierno con todos.

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